El asado es mucho más que una forma de cocinar carne. En Argentina, es un ritual, una ceremonia que nos reúne alrededor del fuego desde hace siglos. Su origen se remonta a la época de los gauchos, que en las pampas usaban lo que tenían a mano: carne de vaca, fuego directo y cuchillos bien afilados. Cocinaban a cielo abierto, con paciencia, y compartían lo que había. Así nació el asado criollo, rústico, simple y generoso, como nuestra tierra.

Pero el asado no solo es historia: es identidad. Con los años, se volvió parte de la vida cotidiana y de los grandes momentos. Lo hacemos los domingos en familia, en la cancha, en un cumpleaños o después de una mudanza. Es la excusa para encontrarnos, reírnos, discutir de fútbol, hablar de política y brindar con amigos. Cada provincia le pone su sello, desde la leña de quebracho del norte hasta el cordero patagónico.

¿Por qué es tan importante? Porque el asado condensa todo lo que somos: comunidad, afecto, tradición y sabor. No se trata solo de qué carne usamos o cómo la cocinamos. Se trata de tomarse el tiempo, de disfrutar del proceso y de compartir. En Gran Criollo celebramos ese fuego que nos une, y lo acompañamos con herramientas que están a la altura de esta pasión bien argentina.