El acero damasco es mucho más que un material: es una obra de arte forjada a fuego lento. Su origen se remonta a Medio Oriente, donde los herreros antiguos desarrollaban este tipo de acero combinando distintas aleaciones para lograr hojas más fuertes y resistentes. El resultado era no solo funcional, sino visualmente impresionante: esas ondas o dibujos únicos que recorren la hoja no son pintura ni grabado, sino el resultado real de la unión de metales con distintas propiedades.

Para crear acero damasco, el artesano calienta y pliega varias capas de acero —generalmente uno más duro y otro más flexible— y las martilla una y otra vez. Este proceso puede repetirse decenas de veces, lo que da como resultado una hoja con una estructura única, firme, con excelente filo y una estética inconfundible. Ninguna pieza es igual a otra. Por eso cada cuchillo de acero damasco es, literalmente, irrepetible.

A diferencia de otros aceros industriales, el damasco no se fabrica en serie. Cada pieza lleva tiempo, saber, dedicación y fuego. Es el tipo de cuchillo que no solo se usa: se hereda. En Gran Criollo trabajamos con artesanos que dominan esta técnica ancestral, y la combinan con maderas nobles y terminaciones criollas para lograr cuchillos que son tanto herramientas como piezas de colección.